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De modo que cuando llegó Antíoco, la gente de la ciudad salió a pelear contra él. Antíoco tuvo que huir y regresar a Babilonia, y quedó muy amargado por no haber podido llevarse toda esa riqueza.

Cuando Antíoco aún estaba en Persia, le informaron de la derrota del ejército que él había enviado a Judea. Le dijeron que los israelitas se habían equipado muy bien con las armas y demás cosas que les habían quitado a los enemigos. Por eso Lisias, aunque había organizado un ejército muy numeroso, tuvo que huir.

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